Bendito eres tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, que permites que coordine mis pensamientos con mis acciones.
*Gritaba a gran voz: «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales».* Apocalipsis 14:7 NVI
Muchas veces en nuestra mente creamos un discurso para comunicarle a otra persona nuestra posición, deseo, disgusto, u otro tema; todo parece ser perfecto, pero al momento de abrir nuestra boca puede que terminemos diciendo solo parte del guion o algo totalmente distinto.
Luego de culminar la conversación, tal vez recordamos todo lo que nos faltó decir. Muchas veces somos más elocuentes en nuestros pensamientos que con las palabras que salen de nuestra boca. Al momento de expresarnos, puede influir de forma negativa o positiva la postura y lenguaje corporal del receptor del mensaje.
Si logras pensar un discurso y repetirlo en voz alta cubriendo cada uno de los aspectos que planificaste hablar, e incluso, agregándole más contenido, entonces, existe un equilibrio entre tu mente y tus acciones. Por lo general, las acciones demuestran la realidad y reflejan lo que está almacenado en nuestro interior.
No basta con pensar en Dios, en su Palabra y en el cumplimiento de sus mandamientos, para estar seguro de que realmente lo crees y existe un equilibrio y una conexión entre tus pensamientos y tus acciones, es necesario decirlo en voz alta.
Cuéntale a otros tus creencias y descubre si realmente crees lo que dices, pídele al Espíritu de Dios que te llene de sabiduría y entendimiento para comprender lo que el Señor desea de ti y déjate utilizar como un instrumento en sus manos.
"Que el Eterno te bendiga y te preserve; que el Eterno ilumine Su rostro hacia ti y te otorgue gracia; que el Eterno eleve Su rostro hacia ti y ponga paz en ti."
*Familia Ramírez Acosta*
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