Bendito eres tú, Señor, Dios nuestro, Rey del universo, que nos diste el privilegio de ser llamados tus hijos.
*Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.* Juan 1:12
Rápidamente, al comenzar a trabajar como docente, me percaté que a ningún padre le gustaba que le hablaran mal de su hijo, eso lo percibí en mi período de observación sobre la interacción de padres y maestros, a través del lenguaje corporal era evidente el rechazo.
Mi aprendizaje de esa observación y mi propósito, fue que en lo adelante solucionaría en el aula de clase todo lo que ocurriera y a menos que fuese algo que escapaba de mis manos acudiría al representante por ayuda.
Recuerdo un año que recibí a un estudiante con un pronóstico poco alentador, sin embargo, mantuve mi forma de educar y solucionar los problemas. Cada día oraba por él. Para la entrega del corte de notas su madre me comentó que no entendía cómo era que no había recibido una nota de quejas, siendo que en años anteriores cada día recibía una nota.
Para ese momento, ya siendo madre, le dije que mi deber era educarlo y solucionar en el aula todo lo que ocurriera y que sabía por experiencia propia que a ningún padre le gusta que le hablen mal de su hijo. Logré tener un acercamiento y una relación muy especial con esa familia desde entonces.
Eso me recuerda a nuestro Padre celestial, cada uno de nosotros somos sus hijos y estoy segura que tampoco le agrada recibir quejas de su especial tesoro, él desea que cada uno solucione sus diferencias con el prójimo de la mejor manera.
Si hasta este momento acudes al Señor para presentar quejas sobre tu hermano, te invito a no hacerlo más, emula el amor y el perdón de Dios con cada uno de sus hijos.
"Que el Eterno te bendiga y te preserve; que el Eterno ilumine Su rostro hacia ti y te otorgue gracia; que el Eterno eleve Su rostro hacia ti y ponga paz en ti."
*Familia Ramírez Acosta*
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